miércoles, 20 de abril de 2011

Habito en este lado del Espejo


No sé quién soy, antes de que alguien lo pregunte. No, tampoco sé por qué no lo sé. No lo recuerdo. Hay poco que pueda contaros. Hay poco que pueda deciros, a vosotros que habéis terminado aquí. Hay poco que decir… de mí.

Lo poco que conozco de mí misma es que mi nombre es Cassandra. Yo, como tal, soy sólo una emisaria, una mensajera. No tengo otro destino, no tengo otra misión. Y de ninguna manera soy como tú. No soy nada de lo que podáis pensar que conocéis.

Mi realidad no es la vuestra, mi mundo no es el mismo que vosotros llamáis vuestro. Mi tiempo no es lo que vosotros llamáis tiempo. Donde yo habito, entre sueños, no hay pasado, sólo retazos de futuro. Vivo abandonada en un rincón invisible en el que sólo observo, acompañada de un muñeco con sombrero y otro con pinceles, en una habitación en la que sólo hay un espejo y un montón de libros.

Desde mi espejo se ve el mundo. Desde mi espejo se ven todos los mundos. He visto vuestras vidas. También he visto la de vuestros padres, la de los parientes que pensaríais que es imposible que haya visto porque de ser así no podría seguir viva. Desde mi espejo se ve todo. Mi espejo es Tiempo y el Tiempo le ama, porque se refugia en sus caricias de cristal.

Desde mi espejo veo también el futuro. Supongo que quien me abandonara aquí me puso mi nombre por esa razón, remontándose a las viejas historias de una mitología olvidada. Como le pasó a la mujer a la que le debo mi nombre, vosotros no me creeréis a mí. Mis muñecos tampoco lo hacen cuando les susurro, confidente, algún acontecimiento que ellos sólo pueden suponer. Pero eso es otra historia que ya os contaré.

Me gusta mirar a través del cristal. A veces sólo me veo a mí, pequeña, reflejada, apenas una niña sola en una habitación casi vacía. La mayoría de las ocasiones, sin embargo, prefiero observar. Observaros. Observarles. Personas que no creéis que existan son reales para mí. Ellos no me ven, no saben de mi presencia. No me conocen, no saben siquiera mi nombre. No son conscientes de que desde algún lado un par de ojos atienden a lo que hacen. Después, con mis personajes preferidos, hago muñecos con los que juego, imaginándome a su lado. Pero en realidad nunca estoy con ellos. Estoy apartada, callada, en silencio, muy lejos. Y a mí me gusta mirar, susurrar, jugar a esconderme.

Esta vez juego con un sombrerero loco y un pintor que también lo está. Con ellos… y con su historia. Porque están creando una. Una hermosa que yo ya conozco. Yo ya la he visto de cerca, de algún modo, en algún otro tiempo. Hablan de un amor roto, de esas historias que terminan desgarradas… y que por eso viven. Allwënn y Äriel han aparecido muchas veces en mi espejo. Sus muñecos también están conmigo y yo de alguna manera también estoy con ellos. Pero, por supuesto, ninguno de los dos lo sabe.

¿Mi misión? Contaros qué sucede al otro lado, unir vuestro mundo y el que otros han creado.

Mis palabras… Serán palabras tras el espejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario