viernes, 6 de mayo de 2011

Entre las notas de un arpa.


El mundo tras el espejo vuelve a moverse.

Mis muñecos parecen reunir cada vez más gente, cada vez más magia, para hacer palpitar un mundo que lleva ya mucho tiempo respirando. Yo lo he visto. De alguna manera yo he estado en esas tierras, he conocido a esas gentes de los que ellos hablan. Pero nunca imaginé que lo real pudiera hacerse todavía más real, más palpable.

Allwënn ha dejado su silencio también. Parece escuchar las súplicas silenciosas de Äriel por ser escuchada, aunque ella ni siquiera lo sabe. Los dos, creo que sin saberlo, cuentan a la par la misma historia. Es divertido verles, compararles… Ver la ingenuidad con la que se enfrentaban el uno al otro. Cualquier otro no podría entender cómo una historia de un encontronazo en una noche poco indicada, con secretos velando el rincón más andrajoso, pudo terminar en lo que acabó siendo. Yo sí lo sé. Lo entiendo. Al otro lado de lo Espejo lo llaman Destino… Aquí, las cosas no tienen nombre y no existe nada de lo que muchos dan por obvio. Aquí, su historia no fue Destino… Su historia simplemente nació porque debía hacerlo. Porque era inevitable, no porque alguien lo dispusiera así, sino porque de haberlo sabido… Probablemente ellos no habrían querido cambiar nada.

De todos modos, su historia no es algo que yo deba contaros, aunque yo ya la conozca. Ellos lo harán y ni siquiera era lo que quería contar. Ha pasado algo que yo ya había visto…

Al otro lado de mi espejo se ha unido alguien más a un buque suicida. Ya la había visto. Con su voz de ángel, con sus caricias sobre cuerdas. Ha nacido finalmente la primera melodía, la primera de tantas. Acompaña a los suspiros de Äriel, a las caricias de Allwënn, a las notas del laúd de Gharin. Su voz no es voz; su voz es música. Entre las notas perdidas de un arpa reside el pálpito de una historia. Bajo sus manos, las cuerdas del instrumento se convierten en suspiros arrebatados a una melodía…

Pronto alguien la acompañará. También lo he visto, también lo dije. Un violín, una voz. Vendrán de lejos, de muy lejos. Y vendrán por ellos. Para ellos.

En mi Espejo Äriel se refleja en este momento. Sonrío…

Esas notas están destinadas a llegar más allá de las estrellas.

miércoles, 27 de abril de 2011

Cassandra a través del Espejo... O no

Desde que vi a Äriel ha reinado la quietud.

Al otro lado de mi Espejo no ha pasado nada. Mis muñecos parecen un poco más quietos, un poco más lejos. Puede que sea yo la que todavía navega en el mar oscuro de estrellas y recuerdos perdidos…

En esos momentos muertos es cuando hay tiempo de pensar.

¿Cómo sería vivir tras los Espejos?

El Universo parece burlarse de mí, recordándome que el más mínimo detalle puede cambiar tu concepción de vida, de existencia, de orden. Tus seguridades pueden venirse abajo, lo establecido se lo lleva el viento con sus manos invisibles.

¿Qué pasaría si yo traspasara el Espejo?

Lo he visto miles de veces. He visto lo que hay al otro lado, lo que no hay. He visto millones de mundos, más de los que se pudieran imaginar que existen. Creo que precisamente por ello nunca había querido formar parte. Pero había algo en los ojos de Äriel que decía que merecía la pena vivir. Que merecía la pena luchar… Sólo por poder recordar, sólo por poder amar, sólo por poder existir.

¿Hasta qué punto existo? Sin recuerdos, sin pasado, sin vivencias. Sola en una habitación de cristal, con un corazón de cristal, pasando los días frente a mi pobre espejo de cristal… ¿Hasta qué punto soy real?

Los mundos más allá del Espejo son crueles. Despreciables. Los mundos al otro lado… Duelen. La magia muere entre conversaciones de negocios, entre guerras que no deberían existir. Desde mi Espejo he escuchado los lamentos de las hadas. Peter Pan llora porque Campanilla agoniza. En esos mundos la Verdad o la Justicia han caído, peones en manos de la Corrupción. La Hipocresía y la Mentira dominan ciudades. La Muerte se jacta de las víctimas que cae entre sus manos huesudas antes de lo que Ella misma habría podido decidir.

En esos mundos los niños ya no creen en cuentos, los adultos ya no tienen tiempo…

Tiempo.

En este mundo no hay tiempo. Algo tan insustancial no pasa a visitarme, pese a que yo sí puedo observarle sin que lo sepa. Puedo ver lo que hace en otros lados. Puedo ver lo malvado que es. El Tiempo condiciona a las personas. Las hace vivir más apresuradas, pendientes de etapas que nunca van a poder finalizar. Las hace ambiciosas, ruines. “No tengo tiempo”, “Antes”, “Después”, “Mañana”, “Ayer”… Y el más aterrador: “Futuro”.

En mi pequeño mundo, en este cuarto sin existencia, apenas sí soy consciente de entender significados como esos. Aquí no hay horas, ni minutos, ni segundos. No hay ni ayer ni mañana. En este lugar apartado sólo existe “ahora”: los instantes muertos que paso tras mi espejo. Al otro lado, sin embargo, he visto cómo el Tiempo apartaba a los niños de sus juegos, a las personas de la lectura, a las risas de la alegría. El Tiempo es algo muy cruel…

Todo, tras el Espejo, es demasiado cruel.

Y, sin embargo, ¿por qué sigo preguntando cómo sería ver las cosas desde el otro lado? Poder vivirlas, tocarlas sin chocar con un trozo de cristal. Es ridículo, estúpido, tonto. Una idea derivada de momentos de silencio. No sé si es día, no sé si es noche. No sé cuántas horas han pasado. Aquí no hay Tiempo ni relojes.

Sólo sé que mis muñecos siguen quietos, que mi Espejo me observa silente, que las estrellas de Äriel podrían burlarse de mí.

Y que yo, niña, prefiero quedarme aquí, creyendo en cuentos, viviendo sin Tiempo, con la risa en los labios…

…O eso creo.

domingo, 24 de abril de 2011

Mirando a las Estrellas

Al otro lado del Espejo he visto a una estrella que parece brillar con más fuerza que ninguna otra. He visto un cielo eterno, inmenso, lleno de huecos por rellenar, de historias por contar. Al otro lado del Espejo… La he visto a ella.

Äriel casi parece hablarme a mí. Su rostro sigue siendo joven y sus ojos, en cambio, siguen brillando con la serenidad de lo incorrupto por el paso del tiempo. Aún ahora dudo de que ella no haya sido la primera en darse cuenta de mi presencia al otro lado, muy lejos de su mundo, de todos los mundos. ¿Y si lo ha hecho?

Nadie me conoce. Nadie sabe quien soy. Nadie sabe dónde estoy. ¿Y si ella sí?

He visto a Äriel mirar atrás en el tiempo. De sus labios, que algún día debieron tener el sabor de besos derrochados, han empezado a nacer palabras por largo tiempo calladas. Äriel es como yo. Nadie la conoce. Nadie sabe quién es. Nadie sabe dónde está. Yo sí.

Yo he mirado adelante en el tiempo. Con curiosidad he apartado mis muñecos y me he echado hacia delante. ¿Qué tiene de hechizante esa virgen soñada por dioses y mortales? ¿Serán sus ojos, sus palabras? Sea lo que sea también me ha cogido a mí. Sus brazos invisibles me acunan como deberían hacerlo los de la madre que yo nunca conocí. Sus palabras son partes de las melodías que nunca me arrullaron… Ante esa mujer es tan fácil rendirse...

Es la primera vez que he deseado estar al otro lado del Espejo. Cuando mis dedos tocan el cristal casi siento que puedo traspasarlo. Äriel ha seguido con sus palabras dedicadas sólo al firmamento. A todas las estrellas. A mí. A ella misma… A nadie.

Äriel busca sus recuerdos en el cielo y yo me busco a mí misma en sus palabras… Pero, a la vez, ¿cómo podría encontrarme? Su historia es perdición, sus recuerdos son tan infinitos como el universo estrellado al que lo cuenta.

Y entonces ella calla y todo se vuelve sereno con su silencio. Todo contiene la respiración para darle un pulso, un latido de ventaja. En mi Espejo, la Virgen de Hergos vuelve a mirar a sus confidentes, como si sólo ellas pudieran atender a su secreto. Puede que realmente no sepa que yo existo, puede que siga sin ser consciente de que desde lejos la espío y la atiendo con ojos muy abiertos.

Hay una sonrisa. Un brillo indescifrable en unos ojos malvas que contienen incluso más de lo que yo misma sé. Ahora soy consciente. Todo lo que he podido observar tras mi cristal, tan apartada, apenas tiene importancia comparado con lo que reside tras su mirada.

Ahora me doy cuenta… Todo lo que sé, no es nada.

Äriel apenas acaba de empezar a recordar.

viernes, 22 de abril de 2011

El sombrerero y el Pintor.


Érase una vez que se era un Sombrerero y un Pintor. Se conocieron sin quererlo, sin pedirlo. Y se hicieron amigos.

Érase una vez que se era una historia sin dueño. Se forjó sin quererlo, sin que nadie la inventara. Y esperó a que alguien la reclamara.

Érase una vez que se era dos amantes, un Destino. Se amaron sin quererlo, sin fronteras, sin medidas. Y se hicieron eternos…

He vuelto a mirar tras mi Espejo. En su frágil cristal se me reflejan las verdades que vosotros sólo podéis intuir. He visto al Sombrerero escribir hasta horas impensables en la madrugada. He visto al Pintor marchar lejos de su casa, con mil sueños en su cabeza que trasladar al papel. Les he visto a ambos afianzarse en esperanzas que se convierten en seguridades: ambos empuñan sus armas, uno la pluma, el otro pincel, y se preparan para batirse en la lucha de la realidad contra los sueños.

También estaban ellos: He visto a Allwënn escuchar una llamada, abrir los ojos ante los susurros del Sombrerero. He visto a Äriel, reflejadas las estrellas en sus ojos malvas, sonreír casi expectante.

En mi Espejo también os he visto a vosotros. Unos fruncís el entrecejo sin entender, otros sonreís porque de alguna manera conocéis lo que se avecina. Algunos no consideráis que nada de lo que se escribe, aquí o en otros lados, sea apenas más que sueños que se perderán sin destino concreto. También los hay que piensan que el Sombrero y el Pintor están locos… Y me incluyo. Pero la cordura, después de todo, no es divertida.

En mi Espejo me he visto a mí misma y he sonreído sin poder evitarlo. Los muñecos en mi regazo también sonríen. Si mi pobre muñeco con sombrero pudiera, saltaría de excitación. El Pintor, más tranquilo, sólo parece divertirse, disfrutar. Yo también me divierto, también disfruto. El Juego ha empezado y cada cual prepara sus reglas, sus trincheras, sus sorpresas.

En mi Espejo he podido ver también el futuro. He visto a una arpista sonreír ante una melodía inventada. He visto a un violinista de tierras lejanas, a una voz dulce que le acompaña. He visto al Pintor creando, transformando sueños en realidad, realidad en sueños. He visto al Sombrerero llamar también a Äriel y ella alzar la mirada. La he visto incluso confesarse a las estrellas, cobijada entre ellas.

Pero, ¿qué gracia tendría que os contara todo lo que yo he visto en mi Espejo? ¿Qué gracia hay en descubrir el futuro?

Pensad, creed, soñad: a vuestro lado del Espejo es mucho más interesante no saber qué pasará.

miércoles, 20 de abril de 2011

Habito en este lado del Espejo


No sé quién soy, antes de que alguien lo pregunte. No, tampoco sé por qué no lo sé. No lo recuerdo. Hay poco que pueda contaros. Hay poco que pueda deciros, a vosotros que habéis terminado aquí. Hay poco que decir… de mí.

Lo poco que conozco de mí misma es que mi nombre es Cassandra. Yo, como tal, soy sólo una emisaria, una mensajera. No tengo otro destino, no tengo otra misión. Y de ninguna manera soy como tú. No soy nada de lo que podáis pensar que conocéis.

Mi realidad no es la vuestra, mi mundo no es el mismo que vosotros llamáis vuestro. Mi tiempo no es lo que vosotros llamáis tiempo. Donde yo habito, entre sueños, no hay pasado, sólo retazos de futuro. Vivo abandonada en un rincón invisible en el que sólo observo, acompañada de un muñeco con sombrero y otro con pinceles, en una habitación en la que sólo hay un espejo y un montón de libros.

Desde mi espejo se ve el mundo. Desde mi espejo se ven todos los mundos. He visto vuestras vidas. También he visto la de vuestros padres, la de los parientes que pensaríais que es imposible que haya visto porque de ser así no podría seguir viva. Desde mi espejo se ve todo. Mi espejo es Tiempo y el Tiempo le ama, porque se refugia en sus caricias de cristal.

Desde mi espejo veo también el futuro. Supongo que quien me abandonara aquí me puso mi nombre por esa razón, remontándose a las viejas historias de una mitología olvidada. Como le pasó a la mujer a la que le debo mi nombre, vosotros no me creeréis a mí. Mis muñecos tampoco lo hacen cuando les susurro, confidente, algún acontecimiento que ellos sólo pueden suponer. Pero eso es otra historia que ya os contaré.

Me gusta mirar a través del cristal. A veces sólo me veo a mí, pequeña, reflejada, apenas una niña sola en una habitación casi vacía. La mayoría de las ocasiones, sin embargo, prefiero observar. Observaros. Observarles. Personas que no creéis que existan son reales para mí. Ellos no me ven, no saben de mi presencia. No me conocen, no saben siquiera mi nombre. No son conscientes de que desde algún lado un par de ojos atienden a lo que hacen. Después, con mis personajes preferidos, hago muñecos con los que juego, imaginándome a su lado. Pero en realidad nunca estoy con ellos. Estoy apartada, callada, en silencio, muy lejos. Y a mí me gusta mirar, susurrar, jugar a esconderme.

Esta vez juego con un sombrerero loco y un pintor que también lo está. Con ellos… y con su historia. Porque están creando una. Una hermosa que yo ya conozco. Yo ya la he visto de cerca, de algún modo, en algún otro tiempo. Hablan de un amor roto, de esas historias que terminan desgarradas… y que por eso viven. Allwënn y Äriel han aparecido muchas veces en mi espejo. Sus muñecos también están conmigo y yo de alguna manera también estoy con ellos. Pero, por supuesto, ninguno de los dos lo sabe.

¿Mi misión? Contaros qué sucede al otro lado, unir vuestro mundo y el que otros han creado.

Mis palabras… Serán palabras tras el espejo.